Page 37 - Anuario30
P. 37

46                                           Madriz Anaya, Raiza. El lenguaje sexista en el ámbito jurídico-laboral/
                                                                       pp. 37-66
            eliminar los códigos o símbolos que han sido incrustados, en cada mente,
            por el modelo patriarcal cuya finalidad ha sido el condicionar la conducta
            interna y externa a favor del mantenimiento y ostentación del poder mas-
            culino, sin importar el daño causado al fuero interno y externo femenino,
            cuyo daño ha conllevado a la destrucción, negación o suplantación de
            una verdadera identidad, influyendo dicha situación en la interacción de
            los roles sociales desempeñados por mujeres y hombres, acarreando un
            mayor grado de conflictividad activa y pasiva en las relaciones de género,
            originando en consecuencia, actitudes de violencia que conllevarían has-
            ta la negación del propio ser.

            Como diría Joan Scot (1990:6), citado por Teresita de Barbieri (1993),
            El género es el campo primario dentro del cual se articula el poder y com-
            prende cuatro elementos interrelacionados como son los símbolos cultu-
            rales que evocan representaciones múltiples y a menudo contradictorias,
            sobre el hombre y la mujer; los conceptos normativos, doctrinas, religio-
            sas, educativas, científicas, legales y políticas que fijan diferencias polares
            entre mujeres y hombres, y reprimen otras alternativas; las instituciones
            como las de parentesco, familia, política y otras; la identidad subjetiva,
            basada en un sexo biológico y un sexo social-cultural.


            Lo señalado puede interpretarse como que el contenido problemático de
            la lingüística acarrea conflictos sociales, los cuales según Ramón Soriano
            (1997:306) tienen diversas causas:
            Unas procedentes de los componentes psicológicos de las personas como
            individuo y como grupo, y otras procedentes de la desigualdad social. Por
            una parte, la psicología humana es conflictiva por su alto grado de natural
            insatisfacción. Por la otra parte, la desigualdad social, vista en sus tres fa-
            ses como son, la desigualdad en la propiedad y disponibilidad de bienes;
            la desigualdad en el ejercicio del poder y la desigualdad en la profesión u
            ocupación, son generadoras de conflictos entre quienes poseen, pueden
            o valen y quienes quieren tener poder y valer como aquellos. Todo esto
            es fuente de una relación descompensada entre expectativas humanas y
            recursos para satisfacerlas.

            Por tal motivo, las relaciones de género son relaciones de poder legitima-
            das a través del Derecho, que están basadas en la diferenciación biológica
   32   33   34   35   36   37   38   39   40   41   42