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ANUARIO DE DERECHO. Año 26, N° 26. Enero-diciembre 2009. Mérida-Venezuela. 41
ISSN:0076-6550.
o idea regulativa que de ella se tenga, dependiendo del tipo grado de
conocimiento que se posea.
En el medio colombiano el profesor Sanguino, con su peculiar
visión humanista del Derecho, en sus intervenciones académicas
profundizó sobre la verdad, la problemática que acarrea y su relación
con el proceso. Llegó a señalar, con gran agudeza, cómo la opinión
pública se puede llegar a erigir, en ocasiones, en un tercer sujeto
procesal, tan fuerte que incluso maneja todo el proceso, y que no
obstante mostrarse como un elemento extraño al mismo incide en la
decisión judicial. La opinión pública es la celestina de la historia, ya
lo había dicho Pascal. Ella decide temas trascendentales, sobre todo
en los procesos penales precisamente por el manejo que hacen de la
verdad los mas media (ob. cit.).
Y ello es posible, continuaba el profesor Sanguino, precisa-
mente porque la verdad tomada dentro de un concepto hermenéutico,
plantea que toda palabra, que todo discurso, que toda expresión se nutre
a través de la lingüística, elemento de definitivo de suma importancia
para la comprensión de los hechos. Todo el material probatorio que se
lleva a un proceso penal o civil no es más que manifestación lingüística.
En el proceso judicial ocurre que nunca se está frente al hecho sino
frente a afirmaciones, pues los hechos no se vuelven a materializar, ya
pasaron, no dejan de ser más que un fenómeno lingüístico. La única
verdad que puede existir es el tiempo, y este no se puede detener y
mucho menos devolver. Por eso los “hechos” llevados al proceso en
realidad no son hechos sino discursos lingüísticos. De manera que el
juez lo que analiza es la “versión de los hechos”, pero no el hecho en
sí. Este quedó atrás en el tiempo. Cuando se maneja el hecho en el
proceso se está haciendo un traslado del pasado hacia el presente a
través del lenguaje, prevalidos por el discurso, es pasar de lo general a
lo particular. Por eso requiere que el intérprete de ese discurso tenga
unos sólidos fundamentos de interpretación hermenéutica.
El intérprete no califica los hechos en sí, sino la versión de
ellos. El hecho trasformado no cala, no llega, no conmueve, afecta
y perturba solo a quien lo vivió y lo padeció. Una masacre puede