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Bolaños, M. Los fines del Derecho Penal. Una aproximación
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            se observa que es la norma penal el instrumento que se utiliza para llegar
            a la expectativa que se ofrece. De manera tal que el fin resulta entonces
            convertido en medio. Ni la norma ni la sanción pretenden evitar acciones
            lesivas sino restablecer una confianza que fue vulnerada, pero esto sólo es
            posible mediante una función directiva de conductas, función que bien
            puede ejercerse, con los delincuentes o con los «fieles»a la norma.
                   De seguidas el autor revisa los criterios de motivación de la norma
            para indagar lo referente al fin de la pena en esta propuesta. Comienza por
            advertir que la norma carece de su carácter imperativo-coactivo y que la
            obediencia que le brindan los ciudadanos viene por reconocer en ellas
            pautas correctas y legítimas de conducta que se establecen en el marco de
            un proceso democrático. Ahora bien, más allá de ello, debe reconocerse
            en la norma un valor cuyo respeto es el que impulsa en última instancia su
            observancia. Sin embargo, la norma  en cuestión es una norma jurídica que
            se caracteriza, entre otras razones, por ser de obligatorio cumplimiento,
            esto es, de naturaleza coactiva, por lo que termina siendo directriz de la
            conducta  que  orienta  en  un  determinado  sentido  al  comportamiento
            humano.
                   Sólo con este tipo de normas puede el Derecho Penal aspirar su
            legitimidad,  de  lo  contrario  se  trataría  de  normas  cuyo  cumplimiento
            quedaría supeditado al arbitrio de los destinatarios. Imponer una pena
            es construir una simbología que contradice el acto delictivo y de esta
            manera procurar mantener la norma como modelo de orientación en el
            interactuar de los individuos. El peso específico de la pena, al no estar
            orientada a los delincuentes sino a todos los ciudadanos, es meramente
            simbólico, traducido en el mensaje: «puedes confiar en que, a pesar de
            que se ha vulnerado el sistema con la comisión de este delito, el resto de los
            co-asociados, no se inclinarán por violentar la norma» y de esta forma se
            reafirma la confianza puesta en la norma desde el consenso que llevó a
            su propia creación. En base a esta simbología a la que se ha reducido la
            aplicación de la pena, puede señalarse que el fin y la legitimación de la
            misma ya no tienen referente exterior, por lo que su legitimación reside
            en su aplicación, es decir, con ella no se busca obtener nada, pues ella se
            eleva a la categoría de fin en sí mismo.
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