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Bolaños, M. Los fines del Derecho Penal. Una aproximación
166 desde la Filosofía Política / pp. 161-180.
se observa que es la norma penal el instrumento que se utiliza para llegar
a la expectativa que se ofrece. De manera tal que el fin resulta entonces
convertido en medio. Ni la norma ni la sanción pretenden evitar acciones
lesivas sino restablecer una confianza que fue vulnerada, pero esto sólo es
posible mediante una función directiva de conductas, función que bien
puede ejercerse, con los delincuentes o con los «fieles»a la norma.
De seguidas el autor revisa los criterios de motivación de la norma
para indagar lo referente al fin de la pena en esta propuesta. Comienza por
advertir que la norma carece de su carácter imperativo-coactivo y que la
obediencia que le brindan los ciudadanos viene por reconocer en ellas
pautas correctas y legítimas de conducta que se establecen en el marco de
un proceso democrático. Ahora bien, más allá de ello, debe reconocerse
en la norma un valor cuyo respeto es el que impulsa en última instancia su
observancia. Sin embargo, la norma en cuestión es una norma jurídica que
se caracteriza, entre otras razones, por ser de obligatorio cumplimiento,
esto es, de naturaleza coactiva, por lo que termina siendo directriz de la
conducta que orienta en un determinado sentido al comportamiento
humano.
Sólo con este tipo de normas puede el Derecho Penal aspirar su
legitimidad, de lo contrario se trataría de normas cuyo cumplimiento
quedaría supeditado al arbitrio de los destinatarios. Imponer una pena
es construir una simbología que contradice el acto delictivo y de esta
manera procurar mantener la norma como modelo de orientación en el
interactuar de los individuos. El peso específico de la pena, al no estar
orientada a los delincuentes sino a todos los ciudadanos, es meramente
simbólico, traducido en el mensaje: «puedes confiar en que, a pesar de
que se ha vulnerado el sistema con la comisión de este delito, el resto de los
co-asociados, no se inclinarán por violentar la norma» y de esta forma se
reafirma la confianza puesta en la norma desde el consenso que llevó a
su propia creación. En base a esta simbología a la que se ha reducido la
aplicación de la pena, puede señalarse que el fin y la legitimación de la
misma ya no tienen referente exterior, por lo que su legitimación reside
en su aplicación, es decir, con ella no se busca obtener nada, pues ella se
eleva a la categoría de fin en sí mismo.