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30                         Castaño Zuluaga, L. Poder Judicial y Justicia Procesal / pp. 27-63



                   Una  sobre  oferta  de  abogados  al  interior  de  una  sociedad,
            concentrados  en  los  principales  centros  urbanos,  termina  por
            pauperizar  y  degradar  la  profesión,  incidiendo  en  la  utilización
            de  estratagemas  o  urdimbres  “non  sanctas”,  esto  es,  poco  éticas  e
            incorrectas que terminan por afectar la actividad misma, todo por lo
            que podríamos llamar “la guerra del honorario”, pues la verdad es que
            un litigante mal compensado, sin mayor incentivo tampoco dejará su
            lomo en la arena por sacar su causa o su cliente avante. Una defensa
            técnica requiere no sólo de dedicación y tiempo sino de tranquilidad
            y sosiego, con lo que un abogado con mil pequeñas causas a cuestas
            se  convierte  en  un  simple  patinador-tramitador  ante  los  despachos
            judiciales,  carente  de  tiempo  para  sustentar  sus  argumentos,  para
            dedicarse  al  estudio  de  la  doctrina  y  de  la  jurisprudencia,  para
            actualizarse, para estar a la altura académica que se requiere para ser
            un verdadero jurista.
                   La  Administración  de  Justicia  de  un  Estado  determinado
            indudablemente  se  cualifica  y  se  fortalece  cuando  cuenta  con
            unos  abogados  dignos  émulos  de  los  jueces,  en  calidades  y  en
            conocimientos. Como alguna vez lo planteara en otro escenario, los
            abogados constituimos unos operadores legales de la Administración
            de Justicia, aunque no seamos sus burócratas, en la medida en que nos
            erigimos en los interlocutores directos de los funcionarios judiciales y
            administrativos, en cuanto intermediarios entre el Estado y la sociedad,
            entre  el  poder  y  los  ciudadanos.    Es  mediante  nuestro  gremio  que
            se puede hacer escuchar  la voz y las demandas de los ciudadanos y
            somos nosotros los abogados, como ente corporativo, los encargados
            de hacer garantizar los derechos fundamentales y los derechos civiles
            y políticos de los administrados. Nosotros traducimos, al igual que
            el  resto  de  los  operadores  legales  investidos  de  legitimidad  por  el
            Estado, los elementos del poder que se manifiestan por medio de los
            fenómenos jurídicos.

                   Resulta decisiva en la vida institucional de una sociedad política
            bien organizada la influencia de las intervenciones de nuestro gremio
            profesional  en  los  procesos  que  pretenden  la  realización  efectiva
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