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ANUARIO DE DERECHO. Año 30 N° 30. Enero-diciembre 2013. Mérida-Venezuela.   17
            ISSN:0076-6550.
            En la medida en que la globalización se desarrolló en las condiciones de
            la enorme desigualdad económica y heterogeneidad cultural que caracte-
            riza al mundo actual, generó un conjunto de cambios y contradicciones
            que trastocaron y reordenaron todos los aspectos de la vida económica,
            social, política, cultural, y jurídica en todas partes, generando una mayor
            interdependencia y una mayor homogenización cultural mundial (Beck,
            1998; Bauman, 1999).


            En la actualidad está demostrado que el marco estatal sigue siendo pre-
            dominante en la regulación económica, social y empresarial, y que en el
            fondo adaptarse a la globalización mediante una mayor o menor inter-
            vención estatal es un asunto de voluntad política nacional. Sin embar-
            go, respecto de la soberanía estatal la globalización fue vista como una
            amenaza. Debido a que la globalización es un proceso orientado por el
            principio del libre mercado, que se desarrolla principalmente en dos di-
            mensiones imbricadas, una económica y una ideológica que pretende
            ampliar y estabilizar una serie de condiciones culturales, institucionales
            y tecnológicas en el mundo que faciliten y justifiquen principalmente el
            flujo transfronterizo de bienes, capitales y servicios en detrimento del
            Estado-nación.


            El impacto negativo de la globalización sobre el poder regulador del Esta-
            do fue de tal magnitud, que se generalizó la opinión de que estaba decli-
            nando como forma universal para la organización política y jurídica de las
            sociedades nacionales. Sobre todo porque las empresas transnacionales
            podían decidir sus políticas de inversión donde les pareciera más econó-
            mico en relación a los impuestos y costos laborales, sin tener que pasar
            por el control gubernamental, parlamentario o popular. De este modo,
            las empresas terminaban imponiendo sus reglas sin tomar en cuenta las
            normas y procedimientos del Estado benefactor, los sindicatos, los par-
            tidos políticos, y la sociedad civil nacional, ocasionando la consecuente
            pérdida de legitimidad política, de empleos y calidad de vida.


            La globalización determinó que los ordenamientos jurídicos nacionales
            fueran adaptados sustantiva y adjetivamente de acuerdo con los valores
            y principios que facilitan el proceso de cambios necesarios para la vincu-
            lación de las economías nacionales al mercado mundial. Entre esos cam-
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