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La lección aprendida: la vigencia del derecho

              El último año de estudios universitarios (llamaban a Ramón Reinozo Núñez,
          Mario Romero, Néstor Luis Trejo, Rafael Urribarrí y Lérida Zirit de Saavedra...)
          estuvo colmado  de acontecimientos. Las elecciones de 1963 (en las que resulté
          electo diputado y concejal) consolidaron el sistema político. En las aulas, los mejores
          juristas de la época en la ciudad se encargaron de completar nuestra formación. En
          los seminarios Roberto y Héctor Albornoz Berti, Hugo Nicanor Viera, Antonio
          Ramón Marín y Carlos Newman Briceño  enseñaban las técnicas de investigación.
          Para conocer mejor la realidad nacional, Luis Contreras Pernía tomó un grupo y
          se fue a visitar las Colonias de El Dorado. De allá volvieron con miles de cuentos.
          Poco antes de finalizar se celebraron reñidas elecciones estudiantiles, en las que
          encabecé las listas de la Democracia Cristiana. Al término, en aquella noche, todos
          estábamos allí, como  protagonistas que éramos, en bandos diferentes, de  parte de
          la historia de la Universidad y del país.
              A pesar del bullicio reinante en aquel recinto lleno de gentes y de luces en
          el  que  se  sucedían  juramentos,  aplausos  y  discursos,  tenía  conciencia  –  como
          ocurría seguramente con los demás – que entonces comenzaba una nueva etapa
          en mi vida personal. Hasta allí llegaba el tiempo estudiantil. Comenzaba otro que
          exigiría compromisos y responsabilidades. Todavía no sabía, sin embargo, que iba
          a coincidir con uno de los períodos más dinámicos de la historia de Venezuela y
          que la Providencia me permitiría participar, de alguna manera, en hechos que la
          marcarían. Cuatro décadas más tarde, vengo a  reconocer que la Universidad me
          dio, como también a mis compañeros de grado, los instrumentos necesarios para
          intervenir,  desde  posiciones  señaladas,  en  procesos  importantes  del  acontecer
          nacional. De esa forma, cumplió  uno de sus cometidos esenciales. Puedo asegurar
          que lo hace aún. Por ello le rendimos tributo de agradecimiento.

          1. La vigencia del Derecho

              El derecho es creación del hombre. Llamado a vivir en sociedad, la razón le
          dicta normas que permiten su relación con los demás. Son fruto de su reflexión
          sobre su experiencia vital, de tropiezos y ensayos. Por eso, el Derecho es la más
          alta expresión de la convivencia social. Apareció, en condiciones diversas y de
          forma rudimentaria, en todas las sociedades antiguas. Antes de lograr sus formas
          más desarrolladas, hizo posible la supervivencia de la especie humana. Permitió
          a los hombres vivir en grupos mayores al del clan familiar, superar la violencia
          fratricida y establecer la necesaria convivencia. Lo que quería la diosa griega de la



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