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Rondón J.
arbitrariedades de funcionarios o de Estados. Todavía no se ha eliminado en la
conducción política “la razón de Estado”, ni la pretensión de algunos movimientos
o gobiernos de eximirse de la sumisión a la norma so pretexto de las urgencias
o intereses de la sociedad. Hoy, con demasiada frecuencia y por todas partes, se
violan los derechos naturales de hombres, mujeres y niños de todas las razas y
condiciones. Al mismo tiempo, se olvidan ciertos principios, como la separación
de los poderes, que se suponen garantías contra el autoritarismo y los abusos.
En muchos casos pretende imponerse un viejo adagio romano: “inter arma leges
silent” (13). No ocurrió precisamente eso – en la lucha armada, las leyes callan
– cuando en China el gobierno comunista ordenó el cese de las manifestaciones
de Tiananmen? O en las prisiones de Irak cuando los invasores occidentales
quisieron humillar a los vencidos? O pocos meses atrás en Venezuela durante las
protestas antigubernamentales? Sin embargo, todas esas expresiones, como otras
que se pueden mencionar desde los tiempos antiguos (14), no indican que el
derecho dejara de existir o que se haya renunciado a su efectivo cumplimiento.
No. Porque, como se puede comprobar, ahora es una realidad más viva que antes.
Y porque, en definitiva, la norma jurídica prevé su violación y también la sanción
a quien la infrinja.
Por eso, los juristas no han concluido su misión. Y no porque, como pensaba
con amargura Carnelutti el Derecho puede morir, sino mas bien porque es
necesario imponer sus normas. Tanto en el plano personal como en el social, en
el ámbito nacional como en el universal. La ley – recordaba Joaquín Ruiz Jiménez
(15) – es “regla de acción”. Debe hacerse realidad. Y en tal sentido, incumbe
una obligación a todos. Así, no basta, aunque sea importante, que el individuo
defienda sus derechos, sino que es imperioso que la comunidad reaccione contra
toda injusticia, si no quiere ser más tarde victima de fuerzas externas o interiores.
La justicia, bien entendida, exige la aplicación de las normas, aún por encima y
contra los Estados. Y para ello resta mucho por hacer. Ahora mismo me parece oír
la voz de quienes nos enseñaron el manejo de los procesos judiciales: abogados,
no ha terminado la tarea!, nos dicen el padrino de la promoción Pedro Pineda
León, cuyo elogio hice en su despedida universitaria, y Omar Eladio Quintero,
defensor en litis de los intereses de esta Casa. Ya Carl Friedrich advirtió que la
lucha por el derecho no concluirá jamás, ni siquiera cuando la ley justa llegue a
imponerse en el concierto mundial de las naciones (16).
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