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Rivero Y.

              En  1795  existían,  además  de  las  cátedras  fundadoras  de  la  institución
          –Religión,  Lengua  Latina  y  Moral–  las  de  Filosofía  Intelectual,  Instituciones
          Teológicas y la Dogma. El 13 de marzo de 1798 fueron creadas las cátedras de
          Derecho Civil y Derecho Canónico, regentadas por los doctores José Hipólito
          Pages Monsant y el licenciado y abogado José Lorenzo Reyner; y entre sus primeros
          alumnos registrados se encontraba el propio Rector de esta casa de estudio, Doctor
          Juan José de Mendoza y los catedráticos y canónigos Mateos Mas y Rubi y el señor
          Buenaventura Arias, Vicerrector del instituto, años más tarde Obispo de Mérida. El
          Seminario, evolucionó y con el tiempo llegó a conceder grados mayores y menores
          adquiriendo de este modo gran reputación académica a tal punto que se solicitó su
          conversión a universidad. Hacia 1800 comenzó a activarse la idea de que el Colegio
          Seminario se elevara a la categoría de Universidad, pues resultaba sumamente
          costoso y peligroso a los estudiantes trasladarse a las Universidades de Caracas y
          Bogotá para recibir los títulos de licenciado y doctor. Desde los albores del siglo
          XVIII, específicamente en febrero de 1810, personajes ilustres de Mérida, entre
          ellos Domingo Fernández Milanés, Francisco Javier Irastorza, Antonio Ignacio
          Rodríguez Picón y Juan Antonio Ávila con la decidida colaboración del Cabildo
          Eclesiástico y el Ayuntamiento, plantearon la necesidad de erigir una Universidad
          en territorio merideño. El abanderado de esta lucha por una Universidad para la
          región andina fue el licenciado Francisco Javier Irastorza, provisor del Obispado
          en sede vacante, quien solicitó la ayuda del gobernador, del deán y cabildo de la
          catedral y hasta del propio Monarca para ver realizado el proyecto.
              Muchas  fueron  las  razones  presentadas  para  justificar  la  creación  de  la
          Universidad: la alta calificación académica de los estudios del Seminario, la enorme
          distancia de 300 leguas que separaba a Mérida de las universidades más cercanas
          de Caracas y Bogotá; la precariedad de los caminos que debían recorrerse para
          llegar a puntos tan distantes; las elevadas suma de dinero que debían pagarse en
          aquellos centros universitarios para lograr las borlas académicas y el desconsuelo
          de los alumnos pobres que se inhibían de graduarse por no contar con los recursos
          necesarios. Las diligencias realizadas por Irastorza ante la corte, para conseguir
          la fundación de la Universidad fracasaron en el año 1800, posiblemente por el
          informe adverso del gobernador de Barinas Fernando Miyares Pérez y Bernal, al
          no atreverse a discernir si la Universidad debía fijarse en la ciudad de Mérida o
          Maracaibo, es decir, si se debía tomar como sede la capital del obispado o el lugar
          donde estaba radicado el gobierno.
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