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La Universidad de Los Andes en las raíces merideñas
latina y moral, mientras se lograba la facultad real para la fundación de un Colegio
de Seminario Conciliar con las formalidades dispuestas por el Concilio de Trento,
la cual se obtuvo por una Real Orden de 14 de septiembre de 1786.
Con la apertura de aquella casa de estudios a finales del mes de marzo, el
Obispo Ramos de Lora también tiene el mérito de poner en actividad las primeras
cátedras –Latín, Teología, Filosofía, Gramática– y dictar los primeros estatutos
o constituciones por las cuales habría de regirse esta modesta casa de estudio
que posteriormente sería elevada a Seminario con el nombre de Real Colegio
Seminario de San Buenaventura de Mérida que más tarde se convertiría en la
Institución que daría origen a la ilustre Universidad de Los Andes.
Estos estatutos o constituciones dejan ver la escasa presencia material y
humana con que iniciaba la casa de estudio sus actividades, la cual tuvo como
personal docente y administrativo un director, un maestro, un procurador el cual
se encargaba de solicitar y comprar los alimentos y un cocinero. Se observa de este
modo que el personal no pasaba de cuatro individuos los cuales se encárgaban
de la dirección, enseñanza, procuraduría y alimentación, razón por la cual no es
difícil inferir la pírrica presencia estudiantil. En sus inicios el colegio seminario
contó con escasos bienes materiales, la mayoría de ellos herédados de los religiosos
jesuitas y dominicos que habían estado asentados en la ciudad, y de cuyas rentas
debía funcionar el mismo.
En mayo de 1785 Fray Juan Ramos de Lora le escribió a Su Majestad
Carlos III, para participarle todo lo realizado por él en lo concerniente a la casa
de estudio y le solicitó varios beneficios para poder darle continuidad a este
proyecto educativo: en primer lugar que se le diera la asignación del 3% de las
rentas eclesiásticas de la Diócesis de Mérida, en segundo lugar que le fueran
asignadas las tierras de San Jacinto, Santa Catalina, Los Cacutes, San Jerónimo,
La Virgen y el Hato del Paguey propiedades que habían pertenecido a los jesuitas
y que para ese momento no tenían ningún destino; solicito también la concesión
de los pocos ornamentos que dejaron los religiosos dominicos y finalmente le
requirió aprobar la fundación y erigir la casa de estudio en Colegio Seminario
Tridentino. Su Majestad Carlos III, impartió su aprobación en Real Cédula del 14
de septiembre de 1786 como se puede observar en la nota de Don José de Gálvez,
Marqués de Sonora, Secretario de Estado y del Despacho Universal de las Indias:
“El Rey se ha servido, a consulta de su Supremo Consejo de las Indias, aprobar
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