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La lección aprendida: la vigencia del derecho
Apenas podemos asomarnos el futuro
No somos nosotros los llamados a la construcción del futuro de la humanidad.
Seres humanos, nuestra vida está condicionada por la brevedad del tiempo que
se nos señala y por la limitación de nuestras capacidades. Y, aún si sólo ahora
estuviésemos iniciando nuestras carreras profesionales, como aquellos que en
recinto cercano en este mimo momento reciben sus títulos, nuestras posibilidades
de intervenir serían muy pequeñas. Apenas si podemos participar en el esfuerzo
común para marcar huellas y abrir senderos. Nada más hace cada ser humano, por
muy importante que sea su contribución. Ninguna alcanza la de Prometeo, el gran
beneficiador de los hombres de la antigüedad, como tampoco la que pretendió
Leonardo cuando dejaba correr su imaginación. Algo, sin embargo, estamos
obligados a hacer en estos tiempos de graves riesgos para el país, al que un día
desde estos claustros con ambición juvenil quisimos transformar.
En efecto, podemos proclamar nuestra fe en el papel del derecho en la
humanidad del futuro. A muchos oídos han de resultar extrañas estas palabras
cuando en Venezuela se hace de continuo la apología de las armas. Sin embargo, me
atrevo a decir ahora que en tiempos no lejanos se impondrán las normas jurídicas
sobre las acciones de los entes públicos. que sustituirán a los ya disminuidos
estados nacionales de estos días y se logrará la institucionalización permanente
de los procesos políticos. Aún cuando se mantendrá siempre la tentación del mal,
presente en la naturaleza del ser que somos, el derecho (y no la arbitrariedad) será
– que duda cabe! – la referencia fundamental de todas las acciones. Porque como
“ordenamiento de la razón” expresa el bien del hombre. Se habrá realizado la idea
de los griegos? Se cumplirán los preceptos del Digesto? Se acercará la ciudad de
la tierra a la ciudad de los cielos? No nos atrevemos a responder, porque sólo nos
es dado asomarnos al futuro. Al hacer estas afirmaciones, verdadera confesión
de fe, sin embargo, enaltecemos la profesión que escogimos. Y de alguna manera
también, enriquecemos la tradición de ésta, una de las más ilustres Casas de
Educación de Venezuela.
Mucho, por cierto, ha cambiado desde nuestra graduación. Al terminar
el año lectivo 1963 – 1964, último del viejo régimen (que iba de septiembre a
julio), la Universidad tenía apenas 3.476 estudiantes y 342 profesores. Hoy esas
cifras se han multiplicado varias veces. Los estudios se han diversificado (17). Y
para cumplir sus actividades se levantaron nuevas instalaciones – modernas y
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