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Grisolía O.

          aquellos a quienes sus padres descuiden, no les presten la atención debida y hagan
          caso omiso de sus necesidades afectivas.
              La desintegración y disfuncionalidad familiar se sitúa como una de las causas
          que ocasionan un comportamiento sexual negativo y desviado.

              Puede  decirse  que  un  gran  número  de  padres,  ya  sea  consciente  o
          inconscientemente rechazan a los hijos, no tienen comunicación con ellos y si
          la hay es intolerable, inflexible, lo que genera, en consecuencia, malos tratos o
          violencia psicológica por parte de los padres, creyendo éstos que, con esa actitud,
          solucionarán los problemas, no entendiendo que no sólo es que se agravan, sino
          que se generan distorsiones en el comportamiento de los hijos: la conducta de
          éstos se trastoca, se vuelve violenta, su mente se perturba. Sin darse cuenta los
          padres que ese será el comportamiento que reproducirán en su vida de adultos:
          esa actitud los convertirá en los abusadores del mañana.
              Se hace necesario, entonces, generar y rescatar los valores familiares, apoyarse
          en los vínculos y en el acercamiento de la familia. Oír a los hijos, compartir con
          ellos.
              Para impedir que un pedófilo cause daños es necesario educar a los niños
          y  eso  sólo  se  logra  en  el  hogar,  y  en  la  primera  etapa  de  la  infancia;  luego,
          corresponderá a los profesores en las escuelas; también será función de los médicos
          en los controles periódicos que deben hacerse a los niños en sus primeras etapas
          de la vida. Asimismo, es necesario que los medios de comunicación intervengan
          para llegar a la detección precoz de los abusadores sexuales e impedir que puedan
          causar daños. Es necesario que los padres sepan que la pedofilia puede ocurrir en
          sus mismas casas, que el abuso sexual de menores, en gran medida, proviene de
          personas cercanas. Con esto no se trata de crear pánico, ni un miedo o desconfianza
          irracional, sino que hablar es prevenir. No es alarmar, es hacer que la gente abra
          los ojos ante tan grave problema y que a veces ronda muy de cerca. Que se sepa
          que el peligro existe y que es necesario prevenir.
              Es inexcusable no creerle al niño a la primera señal. Nunca le diga que miente
          cuando se atreva a contar lo que le ocurre Es preciso entender que el niño no es
          capaz de crear esas crueles historias. Hay que tener conciencia que él jamás tiene
          la culpa de lo que le ha ocurrido, que no pase por la mente de un padre que el niño
          hizo algo para provocar al adulto, el único responsable es ese aberrado.



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