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ANUARIO DE DERECHO. Año 28, N° 28. Enero-diciembre 2011. Mérida-Venezuela.
            ISSN:0076-6550.                                               63


            dando lugar a lo que, en términos de C. Offe (1994), podría llamarse
            una crisis en el manejo de la crisis, esto es, una crisis en la propia
            arquitectura e ingeniería de los programas de investigación que han
            de  sustancializarse  al  fragor  de  la  deconstrucción  y  reconstrucción
            que  requiere  el  derecho  de  nuestro  tiempo.  Si  quisiéramos  darle  a
            esta percepción del asunto un tinte aun más académico y, al tiempo,
            residenciado  en  la  teoría  social  contemporánea,  diríamos,  con
            Bauman, que la fragmentación del mundo, realización principal que
            enorgullece a la modernidad que la produce, acompañada de «gente
            [que] se convierte en plurifuncional [y] de palabras [que se tornan]
            polisémicas»  (Bauman,  2005,  p.  34),  inaugura  una  extraña  fase  de
            la  historia,  en  la  cual  «los  problemas  son  creados  en  la  resolución
            de  problemas;  la  actividad  ordenadora  engendra  nuevos  espacios
            de  caos  [con lo  cual,]  el producto  final  de las tentativas modernas
            y  fragmentarias  en  pos  de  orden  fue  más  ambivalencia»  (Bauman,
            2005, p. 35), es decir, la posibilidad de referir un objeto o suceso a
            más de un categoría.

                   Así  como  la  desfuntamentación  del  ser,  contingencia
            típicamente moderna, permite ver que en esta se dan dos fenómenos
            que no se presentan de manera dual sino, más bien, como anverso
            y  reverso  de  la  misma  moneda,  esto  es,  el  orden  como  producto  de
            la  modernidad  y  la  ambivalencia  como  desecho  de  ella,  así  también
            (y otra vez sin dualidad respecto de lo que ocurre en el resto de los
            ordenes  socio-políticos)  la  desfundamentación  de  la  Constitución
            (cambiando  la  posición  central  de  su  conceptualización,  aunque
            dejando dicho concepto intacto como indicábamos a título general
            con Zagrebelsky en líneas más arriba) trae como resultado seguro la
            perdida (o cambio no favorable) del sentido de la misma para ordenar
            la vida de los ciudadanos, con lo cual, de ambas (de la sociedad de la
            modernidad en general y de la Constitución moderna en particular)
            puede decirse que
               La ambivalencia es lo que más preocupa e inquieta a la era moderna [y
               lo que más daño le genera a la concepción de Constitución], ya que a
               diferencia de otros enemigos derrotados y dominados, su vigor crece
               con  cada  éxito  de  los  poderes  modernos.  La  actividad  ordenadora
               construye como ambivalencia su propio fracaso (Bauman, 2005, p.
               37).
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